Con autorización del autor, les comparto esta experiencia de la invasión a Panamá
Por James Aparicio (*)
Éramos unos jóvenes periodistas abrumados por decenas de acontecimientos que se fueron desarrollando desde las elecciones de 1984 que ganó con un cuestionado resultado el Dr. Nicolás Ardito Barleta, hombre de Washington y candidato del PRD y los militares, aún el verdadero poder en Panamá.
La muerte en 1985, por decapitación del Dr. Hugo Spadafora, un exguerrillero de las guerras de Guinea Bissau, Nicaragua y de Panamá entre 1968 y 1970, desencadenó a la peor crisis política y social del país.
Noriega había sido acusado de narcotráfico y de colaborar con los carteles colombianos de Cali y Medellín. Él siempre dijo que fue víctima de una venganza de EU por no permitir que se usara Panamá para invadir a Nicaragua y entrenar a la “contra” nicaragüense entre 1984 y 1985.
Esa noche, la del 19 de diciembre de 1989, ya había tensión. Una semana antes, un soldado de EU murió por cruzar una barricada del ejército panameño en El Chorrillo. El General Marck Cisneros, jefe del ejército sur, dio 48 horas para que se entregara al que disparó al soldado.
La oposición que lideró masivas protestas estaba diezmada.
Un avión awacs del ejército de EU rondaba el cielo capitalino, Noriega había sobrevivido a un alzamiento el 3 de octubre de 1989 y había ordenado asesinar a 11 de los complotados.
Ese 19 de diciembre los batallones de la dignidad, civiles armados por Noriega, estaban en alerta.
Parafraeando a las claves de alerta del ejército de Estados Unidos Alfa, Bravo Charlie, Delta, los Batallones de la Dignidad tenían las propias: Chacara, Cutarra.
Otra clave era Ardilla y Soberanía, eran alertas de combate.
"Batallón Cristóbal Colón", el “Comando Torrijista 16 de Diciembre”, el "Batallón San Miguel Arcángel", el “Batallón Rosa Elena Landecho”, el “Batallón Victoriano Lorenzo” y el "Batallón Liberación Latina”, así estaban estos 4 mil civiles armados por los militares.
Esa noche, el 19 de diciembre, Julio Olvera de Notimex, James Aparicio (AFP y La Estrella de Panamá), Lisette Carrasco (EFE) y Eloy Aguilar (AP), nos encontramos como a las diez de la noche para tomar tragos y comer. Decidimos recorrer una de las bases militares de Panamá en Veracruz, ahí queda Howard, la más grande base aérea de EU en América. Todo oscuro, nada para la sospecha. El awacs volaba el cielo panameño.
Nosotros queríamos “fiestar”.
Al otro extremo, la sede el ejército sur con 9 mil soldados. No sospechábamos que ya había 26 mil tropas en el país.
El 20 de diciembre de 1989, a la medianoche, cuando cruzábamos por Clayton, la sede del ejército sur, detrás de nosotros carros de combate, taques, helicópteros; la invasión Causa Justa había comenzado.
Tratando de llegar a nuestras oficinas fuimos interceptados por tropas de EU que nos apuntaban con sus armas. Eran soldados enormes, con arreos de combate y sus rostros maquillados para la muerte.
-¡Stop!
-Todos al piso
La requisa, el miedo, no saber qué pasa sabiendo que la invasión había comenzado.
En inglés, un oficial nos dijo: no pasen hacia la ciudad o se van a morir. LE VAMOS A PARTEAR EL CULO A NORIEGA.
Los cuatro, asustados, pero preocupados por la noticia nos fuimos a una comunidad llamada Diablo Heigths, y ahí enviamos desde cabinas de teléfonos la información de la invasión de EU.
EU invade a Panamá, fue la primera alerta.
El ataque fue brutal, aviones de última tecnología, el avión invisible, helicópteros Black Hawke, armamento de última generación y todos grupos élites: Rangers Seals.
Ese 20 de diciembre en el Canal del ejército de EU que se veía en la capital la clave que transmitían era DELTA o guerra.
En los canales locales era Soberanía que anunciaba un ataque norteamericano.
Luego, con una radio portátil el informe de que Guillermo Endara había tomado posesión como presidente de Panamá en una base militar de EU, en la sede del ejército Sur en Clayton.
En la mañana del 20 de diciembre, Diablo, donde residían panameños, fue invadida por soldados de EU y nosotros, previamente identificados, pudimos salir buscando las oficinas, pero quedamos atrapados por un día por los combates y nos creían desaparecidos.
Tuvimos que dormir en la casa de un amigo en las áreas revertidas, casas del Canal que entonces estaban ocupadas por panameños. El 21 de diciembre pudimos trabajar en nuestras oficinas casi por 20 horas durante casi tres semanas.
EU reconoció 23 muertos en sus filas.
En Panamá una comisión investiga hoy cuales es el número real de muertos. Todavía no se tiene certeza oficial de los muertos que se cifran entre 500 y 2000.
Fin
(*) James Aparicio se desempeñaba en 1989 como corresponsal de la agencia francesa de prensa AFP y reportero del diario La Estrella de Panamá, del que años después fue su director. Actualmente dirige el periódico Metro Libre de Panamá.
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