sábado, 18 de diciembre de 2021

“Les vamos a partir el cu…”

 De la Egoteca. Historias para recordar

“Les vamos a partir el cu…”

Por Julio Olvera

De pie, un soldado afroamericano en arreos de combate apunta su fusil M-16 sobre nosotros. Éramos cuatro los periodistas que nos trasladábamos en el compacto automóvil blanco por una calle de la Zona del Canal, hasta que llegamos a un retén tendido por la fuerza invasora.

La vegetación abundante y la oscuridad de esa noche sin Luna era ideal para el camuflaje. Quedamos petrificados. Eloy detuvo la marcha del coche rentado, un Nissan Sunny.

A cinco metros de distancia, el joven soldado nos advirtió con tono agresivo y potente voz: “¡No vayan a la ciudad… les vamos a partir el culo!”, según la traducción del inglés que de manera simultánea hizo Eloy.

Se refería a que la invasión armada que Estados Unidos había iniciado la noche del 19 al 20 de diciembre de 1989, iba dirigida a poner fin al régimen del general Manuel Antonio Noriega, el comandante de las Fuerzas de Defensa.

Eloy Aguilar, un veterano periodista texano de origen mexicano de la agencia de noticias AP; los periodistas panameños Lisette Carrasco, de la agencia española EFE; y James Aparicio, de la agencia francesa AFP; y quien esto escribe, periodista mexicano, intentábamos retornar a nuestras respectivas oficinas después de confirmar ese día la intensa movilización de tropas del Comando Sur de Estados Unidos.

La invasión armada, de hecho, ya había comenzado. Minutos antes de la medianoche habíamos escuchado una fuerte detonación, producto de una bomba de advertencia lanzada por la artillería invasora sobre un desolado terreno cercano al cuartel general de las fuerzas norieguistas. También habíamos visto el cruce, sobre el Puente “Las Américas”, de un sinnúmero de vehículos militares ligeros así como el paso de un largo convoy que había salido de la base Clayton. Era casi un centenar de unidades blindadas de diferentes tipos y tamaños, encabezadas por pesados tanques M-1 Abrams, M-551 Sheridan o M-113.

A lo largo de la tarde del día 19 ya habíamos, incluso, constatado la llegada y salida de aviones Hércules en la base Howard. Muchas de las aeronaves provenían desde Estados Unidos. Gran cantidad de helicópteros en formación en campos de fútbol dentro de las bases Howard y Clayton, aguardaban la orden para entrar en acción.

En nuestro riesgoso recorrido de regreso a la ciudad, pudimos ver a militares panameños, pertrechados, erigiendo barricadas a marchas forzadas en los accesos a su cuartel principal, ubicado muy cerca del barrio El Chorrillo, que resultó prácticamente devastado por el continuo bombardeo que duró no menos de seis horas y cuyas detonaciones iluminaban el cielo, de forma intermitente, con un color amarillo-naranja.

Situaciones similares se vivieron en diferentes puntos del territorio panameño, aunque la fuerza invasora concentró sus defensas en las riberas del canal, desde donde salió la ofensiva principal.

Por tierra, mar y aire, los 26 mil soldados de la considerada mayor potencia militar convergieron sobre diversos sitios preseleccionados, especialmente instalaciones de las Fuerzas de Defensa en el aeropuerto de Punta Paitilla, el Cuartel de Tinajitas, del corregimiento de San Miguelito; Fuerte Cimarrón, sede del Batallón 2000, en Pacora; el Cuartel de Panamá Viejo; en el Cuartel de Los Pumas, en el Aeropuerto de Tocumen; las bases de Río Hato y Naval de Coco Solo, en Colón.

FIN/JOA


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