Hace 20 años, la más grande potencia militar en el mundo invadió Panamá. Con mucha pena, me doy cuenta que el tiempo pasa, literalmente, volando.
Testimonios hay muchos, muchísimos, cada uno con su propia versión de esa historia. Dos décadas después sumo algunas situaciones de ese traumático episodio en Panamá.
Haber estado en el lugar de los hechos, justo cuando los hechos ocurrieron en el lugar, me lleva a escribir esa experiencia.
"Si el olvido borra esas letras enmudecerá mi recuerdo": Miguel Angel Asturias.
Octubre, 1988
Profunda tristeza sintió Javier al enterarse de la muerte de su amigo. En silencio, dijo una breve oración y, en seguida, reflexionó sobre el tiempo transcurrido desde su primer encuentro: ¡hace 20 años!
Eladio, su colega, era alguien a quien había conocido en octubre de 1988. Ambos coincidieron en un programa de televisión de una cadena pública de México. Habían sido invitados para hablar sobre el trabajo de los corresponsales de guerra.
El equipo de producción de ese programa había convocado a representantes de diferentes medios de comunicación en la capital mexicana. Buscaba especialistas en coberturas informativas en situación de guerra.
Al llamado, sin embargo, solo acudieron Eladio y Javier. El primero contaba con amplia experiencia en conflictos armados. Había cubierto varias guerras, entre ellas las de Corea, El Salvador y Nicaragua, todas en el último tercio del Siglo XX. Como corresponsal reportaba, desde su trinchera, sucesos que veía y oía en el campo de batalla.
Javier, por su parte, era un joven editor de noticias internacionales, sin experiencia directa en cuestiones bélicas, pero conocedor de su oficio. Ante la ausencia, en esos días, de un corresponsal en el extranjero de su medio de comunicación, Javier recibió la orden de su director de información para atender ese programa de televisión que, de manera semanal, abordaba un tema distinto de interés periodístico.
Javier no conocía de manera personal a Eladio, hasta ese día, pero si sabía de su reconocida trayectoria periodística, como corresponsal de una importante agencia de noticias estadounidense. Por el contrario, Eladio era la primera vez que escuchaba el nombre de Javier Olivo.
Ese viernes de octubre de 1988, el patio frontal de la televisora sirvió de escenario para su primer encuentro.
–Hola, qué tal, soy Javier Olivo.
–Mucho gusto. –Eladio Aguiar.
Así de escueta fue su presentación; la sellaron con un seco saludo de mano.
Eladio y Javier fueron presentados por una hermosa y joven mujer, integrante del equipo de producción del programa televisivo, el que se grabaría ese día para ser transmitido al mediodía del sábado siguiente.
Los tiempos de estudio eran estrictos y no había otra oportunidad. Con los dos invitados se decidió comenzar la grabación del programa, a la espera de que en el transcurso del mismo –de una hora de duración– se pudieran incorporar otros periodistas convocados. No fue así.
* * * * * * * * * *
Fue a finales de 1989, en Panamá, cuando Eladio y Javier se reencontraron.
Ahora, dos décadas después, Javier recuerda aquella frase y sugerencia que se le impregnó para siempre:
–¡Cabrón!, alguien tiene que dar a conocer al mundo la noticia que hace historia.
–Siempre reportar la noticia desde el lugar de los hechos, justo cuando los hechos ocurren en el lugar.
Estas palabras las dijo el “maestro” Eladio a Javier en distintos momentos previos a abordar aquel automóvil compacto que los llevó a cruzar la delgada vía que conecta los océanos Pacífico y Atlántico para, prácticamente, jalarle las barbas al león, en el momento justo de la invasión militar de Estados Unidos a Panamá.
* Este texto es parte del libro "Mi primera guerra... Chácaras y cutarras. Relato de una invasión", que su autor, Julio Olvera A, tiene en proceso de redacción.
No hay comentarios:
Publicar un comentario